DISCURSO DE MANUEL SIURANA ROGLÁN EN EL ACTO DE HOMENAJE Y DESPEDIDA DE LAS HERMANAS
Queridas Hermanas, señor alcalde y concejales, señor arzobispo, señor vicario, señor Director Provincial de las Hijas de la Caridad, curas que sois o habéis sido de Valderrobres, vecinos y amigos,
Antes de comenzar con
mi intervención os quiero advertir que no será un mero trámite. Os pido por
ello, que tengáis la bondad de escucharme, lo que no significa que debáis estar
de acuerdo con todo lo que vaya a decir.
Hoy nos hemos
congregado en nuestra sede parroquial para rendir un justo y sincero homenaje a
la Comunidad de las Hijas de la Caridad y qué mejor lugar para hacerlo que en
nuestro templo.
La actual Sociedad de
Vida Apostólica de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl fue fundada
en Francia en el año 1633 por dicho santo y por Santa Luisa de Marillac. Luego
se extendió por todo el mundo con el objetivo primordial de socorrer a los
pobres y desvalidos, ampliando su acción social al campo de la sanidad, la
educación y la tercera edad.
En 1923 llegaron a
nuestro pueblo gracias a la intervención del párroco mosén Enrique Gómez
Álvarez y a Sor Carmen, su hermana que, junto con Sor Fuensanta López,
levantaron la primera comunidad. Desde entonces, hace ahora 90 años, las
Hermanas no sólo han sido unas vecinas más de Valderrobres, que también, sino
que han sido el pilar sobre el que se ha asentado la vida parroquial de nuestra
localidad y han contribuido de manera decisiva a la extensión de la educación y
la cultura.
Su siempre discreta
labor social, educativa y cultural ha sido incuestionable, en la línea de otras
muchas entidades de la Iglesia Católica, que han creado un importantísimo
Tercer Sector, capaz de suplir tanto a la iniciativa privada como a la
administración pública. La encomiable labor que ahora hacen muchas ONGs ya la
realizaba desde hace cuatro siglos esta Sociedad de Vida Apostólica que por
ello ha obtenido infinidad de reconocimientos, como el Premio Príncipe de
Asturias a la Concordia, concedido (y cito textualmente) por "su excepcional
tarea social y humanitaria en apoyo de los desfavorecidos y por su promoción,
en todo el mundo de los valores de la justicia, la paz y la solidaridad".
Su labor cultural y
educativa ha sido inmensa. Como decía un vecino la semana pasada, “a más de la
mitad de los valderrobrenses nos han limpiado los mocos”. Cientos o miles hemos
aprendido a leer y escribir con las Hermanas (mis gracias personales a Sor
María del Carmen), otros y otras han aprendido música, mecanografía o
manualidades, se han preparado para estudios superiores o han sido acogidos en
la guardería. Otros tantos han sido catequizados. Su casa ha estado abierta de
manera desinteresada a cuantas asociaciones y entidades culturales lo han
solicitado.
Su aportación al
bienestar social también ha sido evidente. Siguiendo su carisma, en su casa
acogieron enfermos, moribundos y difuntos sin vivienda; cuidaron y atendieron a
los ancianos, visitaron y dieron consuelo a los afligidos y cobijaron a los
desvalidos.
Como genuinas
representantes del Tercer Sector suplieron las carencias del Estado y se fueron
retirando cuando éste las hizo suyas. En Valderrobres ese repliegue concluye
ahora. Las Hermanas se van, pero no nos dejan. Seguro que seguirán rezando por
nosotros.
En 1943, hace ahora 70
años, Asunción Tomás Foz legó a las Hermanas algunas propiedades, entre ellas
las viviendas de la calle La Paz, para que pudieran ejercer mejor su
apostolado, constituyéndose con dichos bienes una fundación similar a los píos
legados que habían sido creados en siglos precedentes por otras personas
devotas.
Y en un nuevo guiño
histórico, en 1963 (otro año acabado en 3), hace ahora 50 años, se inauguraron
la capilla y el salón de actos.
En su despedida las
Hermanas han querido realizar un acto más de desprendimiento y han decidido
traspasar el legado de Asunción Tomás Foz, a la Fundación Valderrobres
Patrimonial, mediante la fusión de ambas entidades.
Ello nos honra y nos
llena de responsabilidad. Nos honra porque para nosotros representa un reconocimiento a la labor que
venimos realizando desde 2003, primero a través de REPAVALDE y luego de la
propia Fundación. Pero nos llena de responsabilidad porque deberemos dar
continuidad a una obra social y cívica de gran relieve, preservando la voluntad
de la fundadora y de las transmitentes.
Cuando las Hermanas nos
propusieron la fusión, nosotros mismos nos impusimos la condición de dar uso al
legado patrimonial que recibiríamos. No queríamos ese legado para que se
malbaratara por desuso ni para especular financieramente con él. Esa no hubiera
sido la voluntad de la donante ni de las transmitentes. Por ello, antes de
aceptar la fusión, quisimos tener un proyecto y eso es lo que os quiero
anunciar. La capilla, como es normal, seguirá teniendo su función religiosa,
igual que hasta ahora, con los criterios que determine la Iglesia. El salón de
actos, con los lógicos ajustes organizativos, continuará estando disponible
para las actividades religiosas, culturales, educativas y cívicas. En cuanto al
colegio queremos que siga el mismo camino y por ello estamos manteniendo
conversaciones con el Ayuntamiento para ubicar en él la nueva biblioteca
municipal y la escuela de adultos. También queremos que, lo antes que podamos,
el resto de plantas del edificio puedan destinarse para albergue, lo que, en conjunción
con la musealización del hospital, permitirá la creación en Valderrobres de una
futura aula de naturaleza y arte. Así mismo y en la medida de lo posible,
facilitaremos que el solar donde se celebran las fiestas y las ferias pueda
transformarse en un espacio cívico y cultural al servicio de la comunidad y que
el panteón del cementerio pueda utilizarse para sepultar a los desfavorecidos.
Como acabo de indicar,
la Fundación intentará dar continuidad a la labor social de las Hermanas. Pero
la Fundación, aunque sí que estará dispuesta a colaborar con la parroquia en lo
que ésta necesite, de ninguna manera podrá llegar a suplir el papel que las
Hermanas han ejercido en ella, ni su gran trabajo en la catequización de los
niños y jóvenes.
Las Hermanas se van y
esa decisión que todos sabíamos que algún día llegaría, ya ha llegado. Soy el
primero en lamentar su marcha, pero la entiendo y, con profundo dolor, la
acepto. Esta nueva situación que se abre en nuestras vidas ha de servir para
que llevemos a cabo una profunda reflexión sobre la situación que vive la
Iglesia y nuestro papel en ella. Y no debemos apelar a lo fácil, que es culpar
a la sociedad, al momento actual, a la jerarquía, a los curas, a las monjas o
al vecino. La respuesta la tenemos que encontrar dentro de todos y cada uno de
nosotros. ¿Por qué se tienen que marchar las Hermanas? ¿Por qué es tan grande
la falta de vocaciones en nuestro país? ¿Por qué un número cada vez más
creciente de creyentes se aleja de la Iglesia y otros de la práctica religiosa?
Estas son sólo algunas de las preguntas que nos podríamos hacer.
En Valderrobres hemos
tenido la enorme suerte de contar con las Hermanas, que han tutelado la vida
parroquial y que han malacostumbrado a curas y fieles. Ahora ya no valdrá esa
frase tan local de “Ja ho faran”. Se nos va a poner a prueba y tendremos que
ser nosotros, todos nosotros, incluyendoo a los curas y a todos y cada uno de
los feligreses, quienes, en la medida de lo posible, suplamos la labor de las
Hermanas. La tarea no será fácil. Pero las mejores victorias son las que se
consiguen en situaciones de máxima dificultad.
Hermanas, gracias por
todo, por vuestra estancia entre nosotros, por vuestra fuerza espiritual, por
vuestra humildad y servidumbre, por vuestro apoyo, por vuestro sacrificio y
vuestro ejemplo y por la confianza que habéis depositado en nosotros.
Sor Dolores, Sor
Palmira, Sor Jerusalén, Sor María del Carmen, los valderrobrenses os llevaremos
siempre en el corazón. Sor Jerusalén, has sido uno de los cimientos de este
templo y así perdurarás en nuestra memoria. Sor María del Carmen, tu huella
permanecerá indeleble en mis ojos y en mi boca mientras viva. Gracias.
Valderrobres, a 24 de agosto de 2013
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