ARTÍCULOS DE MANUEL SIURANA

En este blog se recogen diversos artículos que han sido publicados por Manuel Siurana.

Wednesday, February 06, 2013

UN CATECISMO PLÁSTICO. EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN. PARTE 10, Estudio iconológico de las naves. El Viacrucis

EL VIACRUCIS

El Viacrucis, Vía Dolorosa o Estaciones de la Cruz son las etapas, a modo de escenas, por las que Cristo pasó desde su condena a muerte hasta su entierro. Su representación, de una manera u otra[1], es habitual en el interior de las iglesias (comenzando por la nave del Evangelio en la zona más cercana a la cabecera y girando luego por la nave de la Epístola), en los calvarios y en otros lugares de devoción, donde se rezaba en diversas épocas del año, si bien actualmente su uso ha quedado reducido a las celebraciones relacionadas con la Semana Santa.
Estación número 13, pintada inicialmente.
En este templo se optó por aprovechar los lunetos formados por la confluencia de los arcos de cada tramo en las naves laterales para su representación; si bien, al disponer únicamente de seis tramos, hubo que recurrir a la utilización del luneto del arco de separación entre la nave lateral y el hastial del templo, con lo que se completaban los 7x2 espacios iguales necesarios para su colocación. Según se desprende de la inscripción que figura sobre la séptima estación, las pinturas fueron realizadas por Francisco Labarta en el año 1954, a excepción de la escena correspondiente a la decimotercera estación que ya había sido pintada en 1943[2]. A pesar de que el autor es el mismo, su estilo en tan solo doce años varió de manera sustancial, ya que en 1943 procuró ser lo más naturalista posible, mientras que en las escenas de 1954 tendió hacia un mayor esquematismo geométrico.
Fecha y firma del autor

En estas escenas la temática ya viene impuesta por el propio rito[3] y, por lo tanto, el autor se limitó a adaptarla al espacio y a la técnica que fue a utilizar, con pocas posibilidades de variación.
Segunda estación

Décima estación

Undécima estación

En la primera estación (Jesús condenado a muerte) aparece Cristo con la corona de espinas, el manto de color púrpura y un palo, vigilado por un soldado romano, mientras dos personas le increpan. Es la típica representación del Ecce Homo (éste es el hombre). En la segunda estación (Jesús sale con la cruz a cuestas) el autor muestra a Cristo saliendo del interior de un edificio clásico, mientras tres personajes tocan largas trompetas. La tercera estación (Jesús cae por primera vez) representa una sencilla y geométrica imagen de Cristo cargado con la cruz y caído en el suelo, mientras otra persona le ayuda a incorporarse, viéndose al fondo algún detalle paisajístico, que se repite en algunas de las siguientes estaciones. La cuarta estación (Jesús encuentra a su Madre Santísima) muestra a Cristo con la cruz volviendo su rostro hacia tres mujeres, una de las cuales es la Virgen María. En la quinta estación (Simón Cirineo le ayuda a llevar la cruz) se pinta a Cristo y a Simón Cirineo tras él portando la cruz. La sexta estación (La Verónica enjuga el rostro de Jesús) muestra a Cristo arrodillado ante la mujer que, tras secar su rostro, vio cómo su imagen quedaba impresa en él. En la séptima estación (Jesús cae por segunda vez) se pinta a Cristo solo caído en medio de un paisaje vegetal, mientras que un fuerte rayo de luz venida desde el cielo le da fuerzas para seguir. Ya en el lado de la Epístola se representa la octava estación (Jesús habla a las hijas de Jerusalén), en la que Jesús cargado con la cruz habla a dos grupos de mujeres y a un niño. La novena estación (Jesús cae a tierra por tercera vez) muestra de nuevo a Cristo caído en el suelo, mientras Simón sostiene la cruz y, de nuevo, un fuerte rayo de luz le anima a seguir su camino. A partir de la siguiente estación se acaba el trayecto y Jesús llega al Calvario, donde se desarrollan el resto de las escenas de la crucifixión, algunas de las cuales adquieren personalidad propia en la historia del arte y en las que Labarta intenta plasmar la presencia de Dios Padre por medio de los mismos rayos de luz que esporádicamente se pintan en otras anteriores. La décima estación (Jesús es despojado de sus vestiduras) muestra el momento en el que a Cristo le arrebatan el manto (Expolio), mientras otros hombres preparan la cruz. La undécima estación (Jesús es clavado en la cruz) representa a dos hombres sujetando y clavando a Cristo en el madero, dejando ver la tablilla con la inscripción INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum). En la duodécima estación (Jesús agoniza en la cruz) está pintado Cristo ya muerto, rodeado de ángeles. La decimotercera estación (Jesús muerto en los brazos de su Madre) es la conocida escena de la Piedad, tantas veces tratada de manera individual; en ella, junto a la Madre que sostiene a Jesús muerto entre sus brazos, se representa a San Juan y a otra santa mujer y, además, el autor añade una calavera como referencia al lugar donde Cristo murió (monte Gólgota). La decimocuarta estación (Jesús es sepultado), cierra el recorrido en el primer tramo del lado de la Epístola y muestra a varios hombres introduciendo el cuerpo de Cristo en el interior de una tumba.

Textos y fotografías: Manuel Siurana Roglán

NOTAS:
[1] En los casos más simples el Viacrucis es representado con una simple cruz con un número, en otras ocasiones se recurre a algún tipo de tablilla en relieve o pintada con la escena, en otros casos excepcionales, como en el Santuario, se representa en toda su magnitud a través de escenas pintadas o esculpidas en los muros del templo.


[2] Como la decoración de los muros laterales no era urgente, en 1943 se acordó cubrir de mármoles y pintar uno solo de los paneles, dejando para 1954 el resto de pinturas y para bastantes años después el recubrimiento de los muros.


[3] La temática del Viacrucis se introdujo gracias a los franciscanos. En principio se establecieron siete estaciones, pero luego se ampliaron hasta catorce, tal como ha llegado hasta nuestros días. Todas las estampas proceden de los evangelios sinópticos, que coinciden plenamente entre sí y únicamente discrepan con el de Juan en la presencia de Simón de Cirene.

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